miércoles, 6 de julio de 2011

OBJETIVOS de una gordita desesperada

  • Quiero verme mejor. Bien. Hermosa. Para eso, debo llegar al peso de 52 kg.
  • Quiero ganar confianza y levantar mi autoestima.
  • Quiero sentirme sensual, sexy. No agotarme tan rápido en la cama...
  • Quiero entrar en cualquier negocio y comprarme la ropa que me gusta sin sufrir



ANÉCDOTA 2

Cuando era más chica, alrededor de 12 o 13 años, los cumpleaños todavía se celebraban de manera multitudinaria; el cumpleañero/a alquilaba un saloncito e invitaba a todo el curso. Todos iban, los que te caían bien, los que te caían mal, los compañeritos con los que jamás habías cruzado palabra. Por lo general trataba de no ir a esas fiestas, pero cuando cumplía alguna amiga cercana era imposible faltar.
Como estábamos en la etapa de transición de niños a adolescentes, las fiestitas animadas con actividades le dejaron lugar a la música, y las 3 o 4 hs de esas torturas medievales se pasaban bailando. Y no entre amigas: por algún pedorro motivo hormonal, se bailaba en parejitas.

Durante una fiesta, harta de estar parada sola, quise animarme a bailar. En un acto de arrojo invité a bailar a un compañero de clase con el  que tenía buena relación. Todo iba bien, bailábamos un tema de los Auténticos Decadentes, hasta que por algún motivo el chico sin comentario alguno me "pasa" a otro compañero. Literalmente. Le tocó el hombro, puso mis manos en las manos de él y se fue a bailar con una amiga mía (una rubiecita preciosa). Yo estaba terriblemente incómoda, pero traté de pilotearla y sonriendo traté de bailar con ese tipo con el que no tenía relación, y que algunas veces había visto reírse de mí. 

Ahí empezó lo desagradable. El pendejito empleó la misma maniobra y me pasó a otro compañero, y ése compañero me pasó a su vez a otro compañero, y a otro, y a otro; todos me iban pasando de mano en mano como si fuera la peste, cagándose de risa de mí. Trataba de soltarme, pero el siguiente me agarraba y me obligaba a moverme hasta pasarme al otro, y asi "bailé" con todos los chicos que siempre me molestaban.

Cuando llegué al último, ni se molestó en fingir que bailaba. El juego ya aburría, así que directamente me soltó en un rincón  y volvió a la fiesta. Yo me quedé ahí, riéndome. Riéndome y riéndome como si la estuviera pasando genial, tratando de emparchar la dignidad que me quedaba.

En lo que quedaba de primaria, nunca más fui a una fiestita de cumpleaños.

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